El ensayo relaciona los conceptos escuela-progreso como resultado de la modernidad que esboza Benjamin, para proveer la posibilidad de que la educación escape a esa mirada del pasado, a ese devenir trazado por una única línea de la historia. La metodología se sistematiza a partir de una constelación, donde los elementos se acomodan de forma no secuencial, como fragmentos que a partir de la relación con películas y libros proponen metáforas para observar espacios vacíos que no ha sido posible iluminar. Por último, se busca generar una idea que permita encontrar la relación entre pensamiento y educación, como ruptura o fractura de la historia y con ello de la realidad, para buscar una posibilidad de pensar en lo que no queda iluminado, lo no pensado.
Palabras clave: educación, escuela, progreso, pensamiento y porvenir.
O ensaio relaciona os conceitos de escola e progresso como resultado da modernidade que Benjamin delineia, a fim de proporcionar a possibilidade de que a educação escape dessa visão do passado, desse devir traçado por uma única linha da história. A metodologia é sistematizada a partir de uma constelação, onde os elementos são dispostos de forma não sequencial, como fragmentos que, a partir da relação com filmes e livros, propõem metáforas para observar espaços vazios que não foi possível iluminar. Por fim, busca-se gerar uma ideia que nos permita encontrar a relação entre pensamento e educação, como ruptura ou fratura da história e com ela da realidade, buscar uma possibilidade de pensar o que não é iluminado, o que não é pensado.
Palavras chave: educação, escola, progresso, pensamento e futuro.
This essay establishes a correlation between the concepts of school and progress within the framework of modernity outlined by Benjamin, aiming to liberate education from being solely rooted in the past and constrained by a linear view of history. The methodology employed is based on a constellation, arranging elements in a non-linear fashion, like fragments that, drawing on references from movies and books, use metaphors to identify empty spaces that have not been illuminated yet. Ultimately, the author aims to present an idea that allows for a reevaluation of the relationship between thought and education, challenging established historical and reality frameworks to illuminate unexplored possibilities.
Keywords: education, school, progress, thought and future.
La educación como acto político trae un problema arrastrando que la une como por antonomasia con la escuela, como si uno respondiera a otro y viceversa; sin embargo, esto no es así. Si se piensa a las estructuras fijadas en el sistema como entes de reproducción social, entre ellos la escuela, como cuadros que la historia urge juntar como una constante, con un devenir lógico y pálidamente trazado, se podría caer en el error de creer que es cierto: la educación es sinónimo de la escuela. Pero faltan algunos otros derroteros por establecer como brújulas y coordenadas que rompan esta idea, por ello, se imagina a la educación más como intención que como afirmación, que educar es pensar; y a esto se le agregan las posibilidades de que el acto de pensar tiene como finalidad encontrar los subterfugios que emanan de la realidad social, que den una posibilidad de vislumbrar eso que no ha sido pensado, eso que aún no es objetivado, eso que escapa del progreso y el destino manifiesto (Benjamin, 1971).
Pero, ¿qué es el progreso?, se pregunta Benjamin (2008: 44). Una pista se encuentra en la novena tesis de la historia:
En este sentido, la escuela es una parte de ese Ángel que pasa volando sin poderse detener, persigue el futuro, define planes y programas para acompasar la producción de sujetos con la constante actualización de tecnologías; el mundo es arrastrado y el Ángel con él, ambos sin poderse preguntar ¿a dónde? o ¿para qué?, envueltos en la inercia de ese huracán llamado progreso. Por ello, se recurre a las “Tesis sobre la historia y otros fragmentos” (Benjamin, 2008) para rescatar pistas que enlacen el trabajo, sin que esto signifique establecer un orden; de la misma manera, los conceptos y autores se proponen desde esta mirada más bien como puntos dispersos en la realidad, que al unirlos formen una imagen: una constelación.
Por otro lado, la educación es pensar, esto detona una idea, la posibilidad de rumiar lo no pensado o, si se prefiere, que el pensamiento desborda el pensamiento mismo y la educación se desborda con ello. Es entonces la educación un acto de pensar, es un proceso que permite la transformación de los ideales, es el acto de coincidir en colectivo lo que permite generar conocimiento, es la contradicción de los sujetos, la contradicción de lo que se observa lo que motiva a pensar eso que carece de forma, imagen, símbolo. Algo similar aparece, por ejemplo, en lo que se enuncia en las revoluciones científicas cuando se llega al tope de lo cognoscible (Kuhn, 1996), en la ruptura epistemológica (Bourdieu et al., 2008), en el cambio de ideales y valores en cada momento histórico o en la sentencia: “Dios ha muerto” (Nietzsche, 2011).
Para continuar con el trabajo se propone hilar o arriesgarse a pensar en que la imagen de la historia es una constelación (Benjamin, 2008), esta metodología se utiliza para expresar la idea de que los elementos culturales, históricos y filosóficos no siguen una progresión lineal y cronológica, sino que están interconectados de manera no lineal y pueden ser comprendidos en relación unos con otros. Benjamin (2008) sugiere que la verdad histórica y cultural emerge cuando estos elementos se combinan en una "constelación" específica, en un momento particular: de ahí el uso, a lo largo del texto, de los productos culturales (películas, poemas, comics, canciones) de los que se extraen pequeños pedazos para fraguar una imagen que asemeje una constelación de este instante histórico.
A lo largo del tiempo la división social del trabajo ha sufrido cambios ante la sistematización, tecnificación y transformaciones ocurridas, lo cual ha propiciado cambios en la interacción de la sociedad. Sumado a ello, dichas modificaciones han establecido una idea profunda de devenir ligada a las transformaciones tecnológicas a partir de la revolución industrial, es en este punto que se generó una relación entre las necesidades de la industria, la mano de obra, la tecnificación y la producción de sujetos que puedan responder a los avances; esto se puede ver en la película “Metrópolis” (Lang, 1927), el progreso es uno de los ejes de la película, ante una sociedad industrializada, con la tecnificación como estandarte que todo lo salva y que plantea la posibilidad de un porvenir que genere la realización del ser a través de la capacidad técnica para la reproducción de las cosas, específicamente, la materia prima transformada en productos. Pero esto implica un costo: en la película existen dos clases sociales, los opresores y los oprimidos, donde el peso del progreso recae en los segundos como si fueran alimento para esa gran máquina que necesita producir.
Esta metáfora se observa en el constante cambio de los sistemas productivos, desde el fordismo, el toyotismo, el posfordismo y los diferentes sistemas educativos establecidos desde el 1900, pasando desde el positivismo, pragmatismo, conductismo; así también con la llegada del constructivismo y el subsecuente modelo basado en competencias. Sin embargo, como se muestra en la película, el costo por el desarrollo tecnológico en los sistemas productivos lo pagan los oprimidos.
Al hacer un recorrido de las formas en que se han consolidado modelos educativos y la cercanía con las necesidades del mercado, se encuentra un ejemplo claro en el golpe de estado acontecido en Chile en 1973. De ahí se deriva el conjunto de experimentos económicos y políticas públicas impulsados durante la dictadura, distribuidos mediante los organismos internacionales a lo largo de América Latina; otros ejemplos se encuentran en las dictaduras acontecidas en Argentina y Uruguay. Para México es en 1982 cuando en un escenario de crisis económica se instauran las políticas que traspasan las regulaciones del trabajo y se impulsa un conjunto de transformaciones en la administración del Estado y con ello de la escuela, donde los sujetos se convierten en capital y recurso humano, para la futura tecnificación del sistema productivo, y así responder a las exigencias de un mercado cambiante (Anaya, 2019).
Es en ese momento en que los sistemas productivos y los modelos educativos construyeron el discurso sobre el proyecto del ser humano como un ente que se puede formar, se le puede dotar de capacidades, habilidades, para que participe en la transformación de la materia prima; y con ello contribuya al avance de la sociedad. Esto hace parecer que en la escuela el tiempo es constante, que la búsqueda de producir un ser humano que logre realizarse y ser productivo para el mundo es el ideal que se tiene a cumplir, la escuela al servicio de la sociedad para producir ciudadanos o, mejor dicho, transformar esos buenos salvajes en ciudadanos, todo con la intención de llevar al mundo al progreso, un ser humano que traspasado por la razón logre el progreso, cualquier cosa que esto último signifique (Benjamin, 1987).
Existe una confusión profunda entre el concepto de escuela y educación, puesto que se piensan como parte de un mismo corpus; sin embargo, la idea a lo largo del tiempo ha contribuido a responder ante los sistemas productivos con el pasar de los años. Es en la revolución industrial que se tiene la necesidad de construir a un nuevo prototipo de ser humano, un obrero. Sumado a ello, se tiene la necesidad de especializar y preparar para el trabajo a ese prototipo de ser humano. Es la escuela como el ente estructural que busca responder a esas necesidades, a esos ideales desprendidos de la racionalidad instrumental, que en lugar de liberar a la humanidad, la conducen a la alienación y opresión (Horkheimer, 1973), esto es que al construir un sujeto con capacidades de adaptación ante los avances, sumado a un corpus moral desprendido de la Ilustración y que tuvo su origen en la Revolución francesa, los ideales de justicia, igualdad, democracia se cumplieron con el resonar de cañones, y la libertad vino cargada de política y “la política vino cargada de guerra con otros medios” (Foucault, 1992: 29).
Ante las transformaciones sociales, sumadas a los cambios en los modos de producción, así como en los avances de las tecnologías, se puede asumir que la constante es el cambio, que el sujeto moderno y su ser están sometidos a encaminarse a esta lógica sin detenerse a pensarlo, sin poder imaginar esta forma de sometimiento; el devenir se va convirtiendo en una de las horas del capitalismo con rostro humano y el progreso se va diversificando, se va moviendo, donde el sujeto pasa de ser un cuerpo dócil y disciplinado en la escuela, a ser controlado por un conjunto de discursos que se le han contado (Foucault, 2002). Ya el ser no está influido directamente por las estructuras de disciplinamiento, más bien, por los elementos de autorrealización, inteligencia emocional, superación personal, meritocracia y con todo ello autoexplotación; donde se pasa de un biopoder a un psicopoder (Han, 2016).
Esto último no quiere decir que otras formas de dominación se han apagado o dejado de existir, esto quiere decir que las formas de dominación se han diversificado, tecnificado; y viven en una constate actualización, así como los teléfonos celulares y su necesidad de una constante actualización, la descarga de parches para que sigan funcionando con ello, seguimos en el engaño del autómata que juega ajedrez, pero multiplicado, diversificado, personalizado para todo y para todos (Han, 2016).
En el escenario donde la corrupción es la norma y la desesperanza es lo común de la sociedad así como la desigualdad, un personaje escapa de lo normal y lo constante, rompe con lo posible, claro, se piensa en Bannion de “Los sobornados” (Lang, 1953), donde la trama comienza con el aparente suicidio de su compañero, quien estaba investigando casos de sobornos y corrupción dentro del departamento de policía. Con la determinación de descubrir la verdad, Bannion ignora las advertencias y amenazas, enfrentándose directamente a los criminales y a sus aliados dentro de la fuerza policial. En su búsqueda incansable, con la promesa de la derrota, con todo el vacío y con la certeza de que todo en su entorno está corrupto, los derroteros donde busca respuestas atraen más preguntas; y en un escenario de tintes grises, parece que todo está dicho, que lo que en esos momentos es normal, prevalece, y la búsqueda de la verdad se convierte en locura.
O si se quiere, como en la novela “Los detectives salvajes” (Bolaño, 2003), se anda en la búsqueda de encontrar algo que está al margen de la historia, a una poeta perdida, como aquí se busca la relación o separación entre escuela y educación: es el Flâneur (Benjamin, 2007), en búsqueda de esos claros oscuros que permiten observar otros caminos que inician desde ninguna parte y van hacia ningún lugar. Es la búsqueda de los motivos del Ángel dentro de la escuela, como ente que reproduce, que erige y pasa anunciando algo que va a pasar, algo que les hará bien a todos, un engaño casi realizable, pero que se tuerce entre los avances, la tecnología, la belleza y la ficción de las ciudades como lugares donde todo brilla, donde todo está lleno de risas y se oculta aquello que queda en el interior del ser humano, una podredumbre:
Así los avances llevan a una búsqueda que hace pensar que las distopías evocadas entre los linderos de la locura y la realidad, atraídas por cerebros que caminaron en medio, observando para ambos lados, son posibles más ahora que en otro momento de la historia, donde es más fácil pensar en películas sobre el fin del mundo que cambiar el mundo (Žižek, 2018). Es aquí donde está la importancia de buscar otros hilos que rompan con la historia, de lo contrario:
La mirada que cumple el Ángel en su apresurado recorrido en el sendero que, si se piensa, tiene un vistazo en 1940 como el destino manifiesto sellado en un tren entre Francia y España, esto podría generar una pregunta al día de hoy y con ello el correr del tiempo que se escapa constantemente: ¿qué es el progreso? Se podría visualizar el anuncio de un mundo donde el crédito es una moneda de cambio, donde las ilusiones son casi reales, donde el sujeto busca cumplir ideales que le permitan vivir en un estado de constante felicidad, donde la tecnología nos libere de todos los males, aunque esta sea irracional y fugaz; sin embargo, entre todos los escombros hay algo a la manera que lo piensa González (2013: 48):
En esta fuerza del desaliento se encuentra una pista de esa posible salida o punto de fuga que el devenir no tiene, el espacio que aún no existe en la realidad hasta este momento, espacio que es necesario crear y nombrar. El pensamiento y la educación tienen la posibilidad de construir imaginarios que están sostenidos en creatividad, cuestionamiento constante de lo que está frente a la mirada de todos, imaginación; esto no es en ausencia de los procesos ya conocidos como el método y la ciencia. Sin embargo, cuando existe un tope en lo que puede ser pensado, en lo cognoscible, el arte puede materializar ideas que permitan pensar en lo no pensado, y es la educación una brecha para poner piezas en otros lados, espacios impensables hasta este momento (Adorno, 2005).
Los neceseres que parecen perdidos en la historia, como artilugios que se evocan con los diferentes derroteros, derruidos y llenos de polvo, pueden brillar para iluminar otra posibilidad de la realidad, la historia de los vencidos; pero claro, pensar fuera de las estructuras, las instituciones, los órdenes discursivos, lo que la sociedad conoce hasta este momento, queda fuera de aquello que es la normalidad. La normalidad es una forma especial de tecnología de poder para mostrar la movilidad de las formas de dominación y la manera que tiene el devenir para adaptarse y moverse en esta línea (Foucault, 2007).
Cuando el Ángel vuelve su vista y observa las ruinas de esas otras historias negadas para su realización, de esas historias que han quedado perdidas por el tiempo presente que avasalla todo, que demuele todo lo que queda a su paso, sea ora la vida misma, sea ora la alquimia, sean las palabras, sea la poesía o la filosofía o el clamor de todos los derrotados que quedaron olvidados en la historia, no le queda otra que seguir arrastrado por la fuerza del progreso (Benjamin, 2008). La escuela participa de este ideal y este nuevo tiempo, se oculta tras las alas del Ángel, se oculta, pero ayuda, ayuda a eso que desata la tormenta que destroza todo lo que está a su paso; sin embargo, dicha destrucción no es evidente, se vuelve blanda, sutil, seductora. El Ángel no puede detenerse y los elementos que giran a su alrededor de forma brutal a su vez responden a sus particulares devenires, como la escuela que teje sus madejas a la par que es tejida por el progreso, este último se vale de ella para dar forma a un conjunto de ideales modernos que las subjetividades y los sujetos deberán creer como propio: una maraña (Beigel, 2003).
Cuando el ideal de ser humano se alejó de la metafísica para parecer pragmático y el ideal de Méliès (1902) en el cortometraje “Viaje a la luna” se materializo al momento de crear la imagen del cohete que golpea el rostro de la luna, la imaginación del ser humano se embriagó al pensar que el mundo lograría erradicar todos los males con el uso de la razón, lo cual trajo avances que la ciencia producía, y esto al mismo tiempo hace que el ser humano se aproxime en unas a su realización y en otras a su destrucción, puesto que al perseguir el presente todo tiene un lugar a donde llegar, un momento conclusivo que dé paso a otro presente en los campos del futuro; pero ese presente nunca llega: la promesa que otro tiempo vendrá distinto a este se cumple poco o nada, así como los ideales que la Ilustración persiguió, entre ellos la realización de ciudadanos, de transfigurar a los buenos salvajes en ciudadanos mediante la escuela (Adorno, 1998). Por otro lado, el horror, tal vez, aconteció en el instanre en que los ideales se materializaron.
La libertad, en este momento histórico, se convirtió en una realidad, cosa que hace olvidar al sujeto en su deseo por ella, haciéndolo creer que ya la tiene, libre para escoger cómo ser, dónde ir, a quién querer, qué adquirir para dar sentido y significado a su identidad. La libertad como todo eso que atrapa otras posibilidades:
Cuando la tempestad azota a Próspero y lo arroja a la isla, es la tempestad otro tiempo, un tiempo único, un tiempo que impide que Próspero continúe con su propia vida, es lo que se la destruye y lo deja prisionero en una isla (Shakespeare, 2018). Ese otro tiempo que rompe y con ello viene un remolino que destroza todo, que deja un conjunto de estertores atorados en el cuerpo de los seres que miran el tiempo y sus cambios, el tiempo y sus días, el tiempo y su realidad cargada de légamo que invade todo, como si fuera este el único tiempo, el tiempo de cambios, como si la verdad siempre hubiera sido esto que es, con todos sus ideales, que procuran llevar a los seres humanos a un lugar muy mundano, a ese lugar donde todo lo nuevo brilla y permite la realización de los sueños, ese tiempo de libertad, justicia, igualdad, donde el valeroso hidalgo deja de luchar contra molinos de viento y se lanza a explicaciones cargadas de razones, alejado de toda gallardía y atrapado en el progreso (Benjamin, 1996).
Cuando se acueste el sol habremos de ver esos otros tiempos perdidos en la historia, es una forma en la que la realidad se nos presenta y no, es más difícil observar todos esos artilugios que quedan de fuera, aquellos que no están trazados por el progreso que jala a la sociedad al futuro: aquellas cosas que quedaron olvidadas ante la ruina del presente inmediato que no podemos alcanzar, las voces de todos los vencidos (Benjamin, 2007). Es la escuela uno de los tantos cuerpos que se encarnan en otros cuerpos para mantener la inercia, el orden y la reproducción, con una verdad formada y perseguida por el futuro que no está a la mano, es la historia de los vencedores. Esto se muestra cuando el autómata ajedrecista engaña a través de la técnica a los jugadores, estos entendidos como los actores de la historia (Benjamin, 2008); cuando se les engaña usando una lógica preestablecida e incrustada a través de las instituciones que siguen la misma inercia, el tiempo en la escuela se vuelve el mismo tiempo del progreso, lo cual reduce la capacidad de los sujetos a entender la autenticidad de las cosas y con ello, cambia la percepción que se tiene del movimiento, la temporalidad, así como la aceleración y velocidad: el ritmo.
El tiempo se vuelca tras el futuro, espacio donde se escapa de sus manos; esto significa dentro de la escuela, la producción de los sujetos para que se mantengan tratando de atrapar un ideal tan rápido como se lo permiten, pero siempre huye, se escapa la realización de los ideales y la vida que se construyó en la modernidad (Benjamin, 1971). La manera para ver este momento es a través del gran número de elementos que son precarios, como el trabajo, la salud, entre otros, aquí la escuela permite dotar a los sujetos de ideales, competencias, habilidades que le ayuden a establecerse en esta modernidad y soportar, o en términos más amables, ser resiliente ante el mundo al que ha sido arrojado.
Cuando se enunció el fin de la historia, el liberalismo fue el único proyecto de ser humano y de ideologías (Fukuyama, 1992), como si fuera el proyecto ganador del mundo, con todas las desesperaciones del sueño que no se deberían haber cumplido y con los ideales propios de la modernidad, que más allá de no haberse llevado a cabo, se realizó con todas las antiutopías cargadas de fantasmas, de ilusiones rodeadas de belleza, imaginarios centrados en las redes sociales de gente que no existe y existe en ese otro mundo de videos, fotografías y engaños; las tinieblas y los mitos tienen otra forma hoy en día. En la materialización de la historia se tiene contenida la imposibilidad de comenzar desde el principio, se ve impedido con relación a los hechos, los recuerdos, los ideales y una falsa conciencia (Benjamin, 2008).
La educación es un espacio donde confluyen elementos y estructuras que permiten unir conceptos, que se enlazan y cruzan con otros, algunas veces con orden, algunas otras sin ello. En general, la posibilidad de contradecir la realidad y las estructuras constantemente permite articular otras formas de conocimiento, desde el pensamiento; sin embargo, esto no es ruta sencilla, es más bien una confrontación continua con todo lo que ya está pensado, la búsqueda de eso que queda al margen o que en la constante interacción alumbra cosas que están fuera de lo que se ha concebido previamente.
Las tinieblas del mundo vienen recubiertas de un conjunto de imágenes hermosas de la modernidad, ilusiones muy bien construidas en la actualidad y que muchos desean, parece que todo brilla dejando de lado aquellas cosas que son innombrables, dejando un espacio lleno de preguntas sin respuestas (Žižek, 2018). Con ello una catástrofe que se ve en el horizonte del futuro llama a nuestra puerta:
La educación aparece como pensamiento que tiene la capacidad de ver lo que el progreso no puede ver, lo que el progreso ciego lleva caminando entre amenazas fuertes a la humanidad, ante el incontrolado conocimiento que avanza; entonces, la educación aparece como un elemento de reflexión crítica de la sociedad. La necesidad de establecer brújulas y coordenadas que marquen una ruptura con el devenir es un acto propio de la educación y del pensamiento mismo, la posibilidad de encontrar una realidad que escape a todas las realidades, que construya otro tiempo y otra historia.
El pensamiento hace un conjunto de interacciones de los conocimientos hasta este momento, genera entre estas posibilidades de posibilidades, interactúa no solo con conocimientos, con elementos simbólicos, significativos y entrama imaginaciones, llega a los linderos de lo conocido y presiona hacia lo no pensado, aquí una relación directa, la educación y el pensamiento comparten estas condiciones, la educación va más allá de un espacio delimitado donde se reproducen conocimientos. En esta parte, la educación tiene las miras de abrir un algo, algo en la formación de los individuos, donde reflexión, creatividad, crítica y un concienzudo aglutinamiento de conocimientos, permitan pensar la realidad en los límites de lo ya pensado, en el entramado de una ruptura epistémica (Bourdieu et al., 2008).
La escuela a partir de la primera revolución industrial se ha convertido en un constructor de sujetos capaces de participar en la vida laboral, con la capacidad de adaptarse ante los diferentes cambios y avances que los sistemas productivos desarrollan a lo largo del devenir, lo cual produce la idea de una única historia para que la gente se asuma como parte de ella, claro, con la tangente de que esa historia está en constante aumento, diversificación, como si se desprendieran un conjunto de opciones personalizadas para cada sujeto que forma parte de esa historia.
Entre todas las posibles explicaciones es necesario observar o escuchar un canto a la historia, donde un Ángel la cruza, la rompe, la erige, la enarbola y la destruye. Habría que preguntar hacia dónde va esa historia, así como todos los muertos y los derrotados que fueron exorcizados y, al mismo tiempo, esas otras historias que no se han evocado, en otros monogramas, ¿a dónde van las palabras e historias que no se dijeron?
Es como si la realidad no tuviera otros aspavientos, como si el destino hubiera quedado sellado antes que el deseo de llegar a otros derroteros, es la escuela así como otras instituciones que se engarzan para mantener esta ilusión, a lo cual se le agregan sutiles modificaciones para estar siempre acorde con los avances y proyectos de ser humano que se espera alcanzar (Anaya, 2020). En la modernidad, este ser se ha ido modificando para tener un sujeto que lidie con el cambio constante, sumado a ello, un ser humano que deje de ser el que transforme la materia prima a través del trabajo, para convertirse en un consumidor que tenga capacidades técnicas para ser mejor, un buen consumidor, con calidad, en un escenario donde el trabajo sea tomado por otros como la inteligencia artificial, los robots, donde su única posibilidad es consumir lo que otros produzcan, esto es igual que el autómata que ha secuestrado a la historia y nos vuelve un espectador activo de la realidad.
La educación como ruptura ante el conocimiento y el porvenir se presenta como la posibilidad de generar ese punto de fuga, grieta en y con la historia, la oportunidad de crear una imagen que otros puedan pensar, la casi oculta posibilidad de hacer otro mundo. Similar a la segunda parte de “La historia interminable” (Ende: 2001), la posibilidad de tener un león de colores que hace y construye la realidad, que forma el mundo a partir de la imaginación, donde falta un alguien, así como Bastián que puedan imaginar otro espacio, lo necesario es pensarlo, desbordarlo y repensarlo para romper con la idea de que la realidad es una esfera que se encuentra en constante expansión, como si la historia fuera una constante, un algo que desde el pasado fue sellado como un destino tatuado en la piel de la humanidad.
*Edgar-Daniel Anaya-Torres
Mexicano. Doctorado en Educación, Universidad Autónoma de Tlaxcala (UATx), México. Profesor de tiempo completo, Centro de Investigación Educativa, UATx, México. Temas de investigación: poder, educación, precariedad laboral, identidad docente. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4879-2089. edgard.anaya@uatx.com Regresar
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